Las ilusiones de la transformación

Por qué adoptar herramientas de IA puede engañar a las empresas haciéndoles creer que están cambiando de verdad


La adopción de la IA se está disparando, pero por debajo de los rumores se esconde una verdad incómoda: la mayoría de las organizaciones no se están transformando. Están automatizando ineficiencias, puliendo cuadros de mando y cambiando el nombre de viejas capacidades, y confundiendo ese brillo superficial con una reinvención profunda. El resultado es un brillo moderno sobre hábitos heredados, una empresa que parece contemporánea por fuera mientras el viejo sistema operativo zumba por dentro.



El espejismo de la eficiencia


Pocas cosas fotografían mejor que un chatbot de IA o un reluciente cuadro de mandos ejecutivo. Los tiempos de respuesta disminuyen, las diapositivas parecen más nítidas y los directivos se sienten mejor informados. Pero si el proceso subyacente no cambia, si las normas siguen siendo confusas, los traspasos siguen multiplicándose y los datos siguen siendo incoherentes, la tecnología no hace más que acelerar el despilfarro. La velocidad es real, pero es la velocidad de lo incorrecto.


Las empresas celebran la "adopción" mientras que el tiempo de ciclo, el coste de servicio y las tasas de error apenas se mueven. Lo que parece un progreso es a menudo un teatro de la automatización: pilotos heroicos, mensajes internos brillantes y ningún rediseño material del flujo de valor que realmente mueva la cuenta de resultados.


Una simple prueba pone al descubierto el espejismo: si mañana se eliminara la herramienta, ¿se reconstruiría finalmente el proceso o simplemente volvería a funcionar como el año pasado? La transformación que no puede sostenerse sin una herramienta específica nunca fue transformación en primer lugar.


La ilusión de la innovación


No todo lo que se denomina "IA" es nuevo, y no todo lo nuevo es valioso. Muchas de las llamadas herramientas de IA son tecnologías conocidas con una capa de pintura diferente. Los motores de recomendación, las reglas y los análisis se rebautizan como aprendizaje automático; los informes se convierten en "información autónoma".


Mientras tanto, los equipos se obsesionan con las instrucciones y los nombres de los modelos, mientras descuidan la experiencia, la fontanería de datos y el cambio de funciones necesario para obtener valor. Los inversores están empezando a darse cuenta de la brecha existente entre la cosmética y la economía de la IA. En última instancia, los mercados recompensan las mejoras en la economía unitaria, la expansión del margen bruto, la reducción de la rotación de clientes y una conversión de efectivo más rápida, no un mayor número de copilotos o pilotos.



La diligencia real plantea preguntas diferentes: ¿Qué pasos desaparecieron? ¿Qué decisiones se acercaron más al límite de la empresa, donde pueden tomarse más rápidamente y con mejor criterio? ¿Dónde, precisamente, cambiaron los números de una forma que un auditor reconocería?



La verdadera transformación requiere un pensamiento sistémico



El impacto duradero llega cuando la IA obliga a rediseñar el modo en que se crea valor, no cuando simplemente se superpone. Esto es pensamiento sistémico: estrategia que elige uno o dos flujos de valor que son los más importantes; procesos que se simplifican en lugar de simplemente acelerarse; datos con definiciones claras y administración para que toda la empresa hable un mismo idioma; tecnología que es componible y humana en el bucle, no monolítica; y gobernanza que reestructura las funciones, los incentivos y los derechos de decisión para que las decisiones mejores y más rápidas se conviertan en rutina.


Cuando estos elementos se combinan, la organización pasa de los informes mensuales a la toma continua de decisiones, de las funciones aisladas a la propiedad interfuncional de los resultados, de la conformidad como puerta a las barandillas integradas en el momento de la acción. La adopción se convierte entonces en un medio, no en un fin; los resultados, la duración del ciclo, la resolución en el primer contacto, la tasa de defectos, el coste del servicio, el LTV/CAC, se convierten en el marcador.



Co-Inteligencia y el retorno del directivo "hacedor


Steve Jobs criticó en una ocasión el auge de los "directivos profesionales", que destacaban en la gestión pero carecían de dominio del oficio. Tenía razón: cuando los líderes se alejan demasiado del trabajo, las organizaciones crecen en capas de traducción, proliferan las reuniones y los circuitos de retroalimentación se ralentizan.


Lo que es diferente ahora es que la IA reduce el coste de la gestión para los directivos. Un directivo puede redactar un plan de salida al mercado antes de comer, realizar un análisis rápido por la tarde y crear un prototipo de flujo de trabajo o una pequeña automatización al final del día, no para sustituir al equipo, sino para entender la fricción de primera mano y establecer un listón más alto de calidad y velocidad.


Esta cointeligencia, personas más máquinas, reconecta el liderazgo con la ejecución. No autoriza la microgestión, sino que crea una administración informada. Los directivos pueden poner a prueba sus decisiones con datos en tiempo real, examinar los cuellos de botella reales bajo una métrica y modelar las compensaciones antes de que se conviertan en políticas. En la práctica, esto se traduce en ciclos más cortos, normas más claras y menos traspasos porque la persona responsable del resultado ha estado lo suficientemente cerca del trabajo como para eliminar el lastre, no sólo para informar sobre él.

Un mes contra el teatro


Una empresa puede empezar a pivotar en treinta días. Nombre un flujo de valor de alto riesgo y un objetivo concreto, por ejemplo, una reducción del 40% del tiempo de ciclo. Siga el trabajo de principio a fin y elimine pasos antes de automatizar nada. Reorganice las funciones para que quede explícito de qué se encargará la IA, qué decidirán las personas y cómo se escalarán las excepciones.


Instrumente los resultados reales en un marcador en directo y revíselos semanalmente en público. A medida que surjan mejoras, codifique las normas de datos y los guardarraíles que las han hecho posibles para que las ganancias se reproduzcan en toda la empresa en lugar de evaporarse después del piloto.


La línea que marcará el mercado

La lección para las empresas y los inversores es la misma: aprender a distinguir la cosmética impulsada por la IA de la reinvención impulsada por la IA. El mercado castigará lo primero y recompensará lo segundo.


Transformación no es "desplegamos herramientas de IA". La transformación es un sistema rediseñado, procesos simplificados, datos clarificados, funciones redefinidas, incentivos alineados, donde la IA es el motor y los resultados son indiscutibles.


Las organizaciones que adoptan la cointeligencia y devuelven a los directivos al oficio de hacer crearán una ventaja compuesta. Las que no lo hagan se quedarán con bonitos cuadros de mando y resultados decepcionantes.

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